martes, 31 de marzo de 2009

Mi cabaña junto al río. Bosque y mar al alcance de la mano

Mi imaginación me pierde. Ayer le decía a mi amiga Vanessa que sentía que no tuviera casa propia para poder independizarse, a lo que me contesto que en un pueblo cercano tenía un lote en la montaña y que por el pasaba un río; que allí pensaba construirse una y me invito a que me fuera a vivir con ella. Se que sus posibilidades monetarias no están muy allá, por lo que la construcción de la cabaña que ya veía en mi cerebro tardaría en hacerse.
Leer el resto ¿Y por qué no poner los medios para que su realización se llevara a cabo lo antes posible? Mi computadora mental echa humo haciendo cálculos y al ver que esto es posible, rápidamente paso a la acción y me pongo a diseñarla.

Las casas por aquí, o al menos por la zona donde yo vivo, nada tienen que ver con las construcciones europeas, y al parecer no es solo en este país, puesto que un arquitecto argentino, al ver la casa que yo deje en España no salía de su asombro de lo que para él eran cosas superfluas (Rejas en las ventanas, solerías, entabacados, techos costosísimos a base de teja árabe y mas).
Siendo un país de puro bosque, el abuso de la tala ha hecho que las leyes, para cortar un palo (árbol), se hayan endurecido tanto que se ha pasado del Juanillo al don Juan. Para talar uno, la burocracia se enmaraña tanto, que se hace más difícil que obtener la residencia, y algunas especies y en algunos lugares, por ejemplo a cierta distancia de un río, no se permite bajo ningún concepto. Resultado: el concreto (hormigón), le esta ganando terreno a la construcción de madera, de toda la vida, de este lugar del mundo.
En mi sueño, que me llevo parte del día, la veía de madera y sin lo superfluo y aquí incluyo el colocar el tejado de chapas de zinc, tan horrible para la vista y tan escandaloso en época de lluvias (Llegue en esa época, y era tal el estruendo que hacia el agua al chocar contra él, que al principio me costaba dormir e incluso me despertaba si la lluvia comenzaba a media noche); se acostumbra uno a él, y el escuchar la lluvia al menos para mi se hace no solo agradable sino relajante.
Ya me imagino al atardecer, sentado en el porche que lo había orientado con vistas al río, meciéndome en mi tumbona y contemplando el discurrir del agua.
Volvería en gran parte a mi ascetismo al que algunas veces echo de menos y el estar rodeado de naturaleza exuberante se que me haría sentir bien.
Pero ¿y mi playa?, ¿y mis ratos de buceo? Ya con Vanesa, hable de comprarme una moto, y un día de estos me llevaría a ver un primo que las vende, pero ahora voy comprendiendo el éxito que por aquí tienen los cuadraciclos. El abastecimiento de alimentos y demás provisiones difícil seria con la primera y el carro al igual que en España es mucho el tiempo que hace que no lo deseo como medio de transporte. La distancia a la playa de Montezuma donde hay magnificas playas para practicar el esnoker (buceo en superficie, aunque seria el nombre de lo que toda la vida yo le he llamado tubo) seria de diez a quince minutos y para volver a visitar mi bahía no tardaría la media hora. Siempre están ahí los viajes en panga a Isla Tortuga.
Mi gran traba para realizar este sueño; mi residencia. ¡Maldita burocracia y maldita corrupción!


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