lunes, 11 de octubre de 2010

El final anunciado de este diario (o lo que sea)

Ahora sí que sí. Son varias las veces que había escrito que lo dejaba, pero también por diferentes motivos lo postergué.
Hubo un tiempo en el que este blog, me hizo mucho bien, en especial en la última fase de mi depresión, pero considero que todo tiene que tener un fin, y el suyo ha llegado.
Lo dejare un breve tiempo abierto, pasado el cual desaparecerá.
Mi agradecimiento a tantos/as que me acompañaron.
Aplico aquello de Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Adiós

jueves, 23 de septiembre de 2010

De cómo me dieron por el… meato. Hematuria por tumor en la vejiga

La verdad es que hay veces que me paso. Al menos desde el mes de febrero , pero hace bastante tiempo que soy partidario de la de dejar al cuerpo que actúe. La cosa era intermitente, echaba un grumo y se me cortaba. Ya en España, no recuerdo bien cuando me volvió la hemorragia, y los grumos que expulsaba pasaban de castaño oscuro, sin que se me cortara.
Alguien había estado en mi médico de cabecera porque mi tarjeta sanitaria había dejado de darles órdenes a las computadoras farmacéuticas de las medicinas que me correspondían, y al ver este el tiempo que hacía que no había estado sin reclamar los servicios de la Seguridad Social, me imagino que aparte de pensar que con elementos así su trabajo peligraría (cosa normal a estas alturas) por una vez aplicaría la medicina preventiva así que dijo que como mínimo fuera a hacerme unos análisis y que después pidiera cita para verlo.
Así hice por aquello de una vez al año no hace daño.
Lee delante de mí los resultados de los análisis de sangre y no de orina (nadie me dijo que tenía que hacérmelos), y cuando pone el papel sobre la mesa aprovecho para contarle mis cuatro achaques. Cuando en tercer o cuarto lugar le cuento lo de la sangre en la orina, cambia la expresión de su cara y me dice: Ahora comprendo lo de la anemia que aparece en los análisis.
Mira, te podía dar cita para el urólogo, pero mi consejo es que te vayas a urgencias.
Dicho y hecho (no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy), cojo un taxi y al hospital me dirijo.
Me atienden bien, no veo las aglomeraciones que en otros casos habia visto, las instalaciones me parecen buenas y no es mucho el tiempo que tardan en atenderme (no todo va a ir mal en este país). La doctora que me ve, me dice que me harán análisis de orina y sangre, y que cuando estuvieran los resultados me volverían a ver. Paso directamente a la consulta de enfermería, pinchazo en la vena y meada en el bote en el que suelto un hermoso grumo.
¡Bueno, bueno! Me dice cuando me vuelve a ver, tienes bajo el hierro, yo te aconsejo que comas higaditos. Te vas a tomar estos antibióticos que te receto, cuando los acabes vuelves a tu ambulatorio que te hagan los análisis que te pongo en el informe y con ellos vas a ver a tu médico de cabecera. ¡Ahhh! bebe mucha agua.
Menos en lo de los higaditos cumplo a rajatabla lo de los antibióticos y lo de beber mucha agua.
Aproximadamente una semana de unas hermosas píldoras, una por la mañana y una por la noche, pero en el transcurso de la misma observo que la sangre aumenta, los grumos son cada vez son más dolorosos de expulsar, y que la debilidad se va apoderando de mi cuerpo. María insistía que fuéramos a urgencias, pero yo total enemigo de los , quería seguirlo.
Día D, me despierto a las siete de la mañana, me ducho, me visto y cuando entro en el baño para peinarme, noto que las piernas no aguantan el peso de mi cuerpo y caigo como si de un trapo se tratara. Voy recobrando la conciencia y veo que mi hijo trataba de incorporarme a la cama, a María la escucho por teléfono pedir una ambulancia. Cuando me doy cuenta estoy acostado dentro de la misma camino del hospital.
A la llegada, un poco de espera, se acerca una camilla y me llevan directamente a la enfermería. Toma de sangre y ya me dejan la "guia" fija y me advierten que me van a colocar una sonda y que me dolerá. Hasta aquí estaba convencido que no temía a nada y soporto muy bien la introducción de semejante cuerpo extraño. Unos cincuenta centímetros de larga, y uno en la parte ancha de su sección oval. Paso en camilla a algo así como una sala vigilada de emergencias. Se interesan por mi estado varias enfermeras, pero pasa el tiempo, y por la experiencia anterior supongo esperan los resultados de los análisis.
Muy tranquilo; quizás demasiado tranquilo. Camillas solo estaba la mía, pero había muchas sillas de ruedas con gente sobre ellas. Me dedico a observar a uno/a por uno/a y lo que más me llama la atención era la cara de miedo (en algún caso quizás de terror). No me entraba en la cabeza. ¿Miedo a qué? Después lo pagué.
Veo por allí a la doctora que me atendió la primera vez y no tuvo el detalle de hablar conmigo. Sé que lo hizo con María lo que me hace pensar que tenía mala conciencia. Con lo de los higaditos, se pasó.
Una de las enfermeras se me acerca y me dice que pronto vendrá a verme un médico. No tarda mucho en hacerlo y me comunica que me van a pasar a planta. Llega el celador y viaje en camilla por pasillos, ascensores hasta llegar a la que va a ser mi habitación durante no sé cuántos días [he perdido el sentido del tiempo (he tenido que preguntar en qué fecha me ingresaron)].
Habitación doble y con las dos camas vacías. Me ponen junto a la ventana, lo que después comprobé me vino muy bien. Me conectan una gran bolsa de agua a la sonda y otra bolsa de suero a la guia. No es mucho lo que tardaron en sustituir esta última por una de sangre. También desde la sonda otro tubo hasta otra gran bolsa situada en el suelo.

Traen de quirófano a alguien que acababan de operar del tímpano. Iban a acometer reformas en la otra ala de la planta dedicada a otorrinolaringología, y mezclaban enfermos. Ese mismo día le dieron de alta y volví a quedarme solo.
¿Pero y de mi sonda? La verdad es que ni con mucho esperaba lo mal que lo iba a pasar con el dichoso invento. El que la sonda tuviera sección ovalada tenía su explicación: En realidad es un doble tubo uno conectado a la bolsa de agua alta y otro a la baja; por gravedad, el agua pasaba de una a otra y a su paso por la vejiga la iba limpiando de coágulos (así los llamaban ellos). El flujo se regulaba en el gotero. Todo hubiera ido bien si los coágulos hubieran sido de menor diámetro que el interior del conducto de salida, pero no, los míos debían de ser enormes y la atascaban y cuando esto ocurría puedo asegurar que el dolor era horrible. La única solución para que no rabiara era desobstruirla cosa que hacia la enfermera metiendo agua con una jeringa en sentido inverso. Ya aprovechaba para hacer unas extracciones en las que sacaba cantidad de grumos (alguien insinuó que aquello parecía asadura). A todo esto, intentando buscar la mayor concentración de grumos, sacaban y metían la sonda para que fuera recorriendo las diferentes partes de la vejiga. También al hacer la extracción se atascaba la jeringa (o la sonda) y me hacía un vacío que me causaba un buen dolor. Todos estos dolores que me causaban con las extracciones no eran nada comparados con el que me producía la obstrucción de la sonda.





Las obstrucciones, y por tanto los dolores para rabiar, iban en aumento, así que la enfermera pensó que aquello se escapaba de sus posibilidades y aviso al urólogo de guardia el cual vino acompañado de un MIR. Recibidas las explicaciones de la enfermera, lo primero que le dice es que se traiga una sonda del veintidós (¿o ciento veintidós?), que la que tengo es demasiado pequeña (¡Dios!.. a mí me parecía enorme).
Esta vez lo voy a hacer yo, dice dirigiéndose al MIR, así que fíjate para la próxima vez que seras tú el que lo haga.
Sin contemplaciones tira de la que tenía y me introduce la nueva. Jeringazos van y jeringazos vienen. Impulsa agua y extrae coágulos, mueve la sonda buscando los posibles nichos donde se acumulan. Después de más de media hora, acaba. No sé cómo se quedaran las mujeres después de parir, pero yo sentí una gran sensación de alivio, a pasar de la extracción de la sonda y de la introducción de la nueva y de los movimientos de esta última.
Desde que llego noté su acento latinoamericano, así que al acabar le pregunto qué de qué país era. Venezolano, me contesta, o de lo que queda de ella. No debe ser muy partidario de Hugo Chaves.
No es por nada, le digo, pero ¿cuándo me vais a operar?
Vamos a ver, me dice, para operarte primero hay que diagnosticar lo que tienes, cosa que aún no se ha hecho. Tu estas en esta cama no para opérate, sino porque has entrado con una hematuria bien jodida, cuando debías tener un valor de trece de hemoglobina, estas en cinco y lo extraño es que no te haya dado un infarto al no llegarte oxígeno al corazón.
Ni con mucho, fue el último espasmo, obstrucción de la sonda o como coño se llame, que tuve, así que no sé exactamente cuántos días pase rabiando. En especial recuerdo uno a las cuatro de la mañana, en el que no se el por qué me imagine con la cintura rodeada de unos cartuchos de dinamita y no encontraba el botón para hacerlos estallar. Lo hubiera hecho con sumo placer.
¿Alguna mujer pariendo habrá sentido esa necesidad? Sé que las comparaciones son odiosas, pero lo cierto es que una mujer pare y se acabó; yo en estos días he parido multitud de veces, o al menos eso me ha parecido.
Un día en el hospital al menos para los/as trabajadores/as del mismo es pura rutina: se llevan líquidos, curas (inyección en la barriga y otras), cambio de sabanas, aseo del enfermo, desayuno, cambio de sueros y demás goteos (cosa de la que están pendientes los familiares), toma de temperatura y de tensión arterial y cuando todo esto se ha llevado a cabo, revisión médica. No sé por qué pensé: Estos me curan la hemorragia y me mandan para mi casa, y yo que quería acabar de una puta vez así que cada vez que aparecía el medico en su visita rutinaria, le pegaba la paliza insinuándole que sin operarme de allí no me iba.
Para poder operarte, se tiene que alinear los planetas con el sol: Que por la tarde que son las operaciones de urgencias, haya un hueco, que el anestesista este de acuerdo, que no fallen los materiales, etc., etc., etc.
Algo debí influir sobre él, porque para pasar por la mesa de operaciones, hacen falta unas pruebas preliminares y una mañana sin previo aviso, arrastran de mi cama, conmigo encima por supuesto, pasillos y ascensores nuevamente y a la sección de Rayos. Ecografía y el radiólogo, me dice que tengo un tumor en la vejiga y que la tengo llena de coágulos (que me lo digan a mí, me dije). Lo del tumor dicho en un hospital y siendo tú el portador, suena fuerte, pero me daba igual, lo importante es que lo quitaran.
Nuevo paseo en cama esta vez a rayos. Radiografías en dos poses distintas del pecho.
Ya daba por hecho que operarme me operaban, pero hacía falta que el hueco en urgencias.

Era por la mañana cuando veo aparecer a tres urólogos (los conocía) y me dicen que si no falla nada esta tarde me operan. El dios de alegría que di yo creo se escuchó en la luna. Se extrañan de semejante euforia, y me hacen firmar un par de papeles. Me imagino que lo que firmo es para librarles de responsabilidad en caso de que me quede frito en la mesa de operaciones, pero me da igual, lo importante es que me liberen de mis dolores.

Tarde larguísima. Las personas que tengo a mi alrededor me van avisando: ya han salido las limpiadoras del quirófano, ya han metido a uno, ya ha salido el médico y está informando a los familiares, otro más. Pasa el tiempo y ya dudo de que entre, pero por fin llega mi turno. Fui el último del día que operaron.

Reconozco que una operación no es moco de pavo, además de los tres urólogos, había bastantes más anestesistas, enfermeros, camilleros, y no sé cuántos más. Me queda claro que los que manda en la sala de operaciones son los anestesistas. Uno de ellos me hace firmar nuevos papeles y otro me hace una indagación a fondo sobre mi estado físico, posibles riesgos de la anestesia, y que intentaran dormirme solo de cintura para abajo, pero que no sería de extrañar que en un momento determinado recurrieran a la anestesia total. También que la parte de arriba me la anestesiarían un poco, para que no estuviera pendiente de la operación a lo que le dije que todo lo contrario, que quería no solo estar pendiente, sino no perderme detalle. Accedió a no adormilarme y a los urólogos les dije que si podían poner la pantalla de forma que yo viera lo que ellos; me dijo que no iba a ver nada pero que lo intentarían cosa que al final no pudo ser: O veía él o yo.



La operación a través del conducto urinario (así lo tengo). Final de la operación y el urólogo me dice que me han quitado un tumor de unos cuatro centímetros y otros dos del tamaño de una lenteja.
He de decir que con todos los que hable antes, durante y después de la operación se extrañaron de lo contento que estaba. Pregunte como solía llegar el personal a la sala de operaciones y me vinieron a decir que acojonados. No habrán tenido los dolores que he tenido yo, me dije.
Nuevo recorrido en cama hasta la sala de recuperación. Era el único que había. Varias horas allí. Notaba que iba recuperando la movilidad, pero no la sensibilidad. Creo que esta no la recupere hasta el día siguiente.
Traslado a mi habitación y cuando me las prometía felices, nueva obstrucción de la sonda. Enfermera limpiándome a base de jeringazos y no se las piensa mucho, me pone una inyección de morfina y caigo como un chorlito. Por supuesto es la noche que mejor dormí.
A partir de aquí, vigilancia del agua que salía por la sonda para ver si sangraba, espasmos, aproximadamente uno cada hora fuera día o noche. Y a no parar de darle la lata al médico que hacia el recorrido diario preguntándole cuando me iban a echar. Le saco que el viernes si todo iba bien posiblemente me darían el alta.
Aunque también se me hizo eterno, llego el viernes.

El medico solía pasar sobre las once y ese día paso a cerca de las dos. Me da el informe médico y una vez que me saquen la sonda (hacia un par de días que me habían quitado la bolsa que me suministraba el agua), carretera y manta.
Respira hondo, me dice la enfermera, tirón y allá sale. Tengo que decir que la sonda la meten con un lubrificante, pero este se solidifica y lo que en principio era una cosa lisa por el exterior, acaba siendo una cosa rugosa.
Camino de mi casa la sensación que tengo es que pasaba del infierno a la gloria, aunque también aquí me equivoque. Lo que llaman postoperatorio, tiene migas: espasmos en los que aguantas el dolor hasta llegar a un sitio donde mear, o no lo aguantas y te meas encima (diez o doce veces me dan por la noche, así que hay que imaginarse lo que duermo), no puedo tragar por el dolor de garganta (supongo que cuando tenía esos dolores horribles, o chillaba y me escuchaban en Latinoamérica, o intentaba amortiguar los gritos, cosa que hacía con la garganta, diarrea vete tú a saber de qué y paro.
Hay cosas que no entiendo: No entiendo que la industria farmacéutica no tenga un disolvente de coágulos, o puede que lo tengan y sea demasiado caro por lo que la Seguridad Social, se diga: te jodes y los hechas a pulmón.
La otra es el tabaquismo. En los hospitales, está totalmente prohibido fumar, y por otra parte saben, me lo confirmo el urólogo que pasaba revisión a diario, que el mono del tabaco es peor que el de la heroína. ¿Cómo coño no dan un tratamiento a los pacientes que son adictos o los dejan fumar?
Durante los tres o cuatro primeros días, el dolor ocultaba el mono del tabaco [es curioso como la mente establece las urgencias (primero sal de este dolor y después tendrás el mono)], pero pasado este tiempo, acudió y fumas por cojones. Yo lo hacía en la ventana, con la puerta de la habitación cerrada y un vigilante en la misma, el aire caliente en la habitación hace que a través de la ventana se establezca el efecto chimenea y el humo va hacia afuera. Esto gracias a que mi vecino de habitación, a pesar de no ser fumador, no solo me animaba a hacerlo, sino que me servía de vigilante. En los primeros con tres caladas me mareaba.

Una vez m me quitaron la bolsa de agua de suministro a la vejiga, la de salida de la misma la metía en una bolsa, como si fueras de compras, y dándome unos paseos siempre encontraba donde fumar. Es curioso que en la misma puerta del hospital, se ven enfermos entubados hasta los ojos y fumando. Es mejor ignorar la evidencia que ponerle remedio. O tratan a los adictos al tabaco a pasar el mono, o les permiten fumar; no hay otra.

No puedo dejar de citar aquí a Eduardo el compañero de habitación casi todo el tiempo de estancia. Casualidades de la vida, estuvimos diez años juntos en la Azucarera de la Vega. Cerraron y desde entonces no nos veíamos. Lo conocí solo ingresar, aunque él a mí no. Me daba ánimos y con las conversaciones que manteníamos, no solo recordando tiempos pasados, el tiempo en hospital se hizo más llevadero. Gracias también a Elia, su mujer.

Y qué decir de los familiares de los enfermos; los que los acompañan día y noche. Me dieron de comer (las manos las tienes inutilizadas con tantos tubos conectados a ellas), me dieron agua cuando tenía sed, avisaban a la enfermera cuando llegaban los dolores, te estiraban las sabanas cuando las arrugas se te clavaban hasta los huesos y un sinfín de detalles que hacen que dentro de estar hecho un bodrio, la cosa te sea más liviana. En mi caso le ha tocado a María. Podía haber sido sustituida alguna noche por alguna otra persona, pero ella no lo permitió. Cuando me despertaba por la noche y la veía acurrucada en aquella silla, me remordía la conciencia.
Dejar constancia que en La Seguridad Social me han tratado muy bien.
No hay mal que por bien no venga. Gracias a esta experiencia, he vuelto a ver a personas muy queridas que por circunstancias que no vienen al caso hacía mucho tiempo no tenía contacto con ellas. Espero fervientemente esta relación continúe.
Sigo con mis espasmos, sigo hecho una caca, no sé cómo coño he llegado a escribir esto, pero mi respeto por el castellano aquí se va a ir al carajo, no pienso enmendar en lo que lo maltrate. Quizás alguien a la que conozco se digne mandármelo corregido.

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jueves, 1 de julio de 2010

Una de perros

A raíz de esta foto.

Hoy no le toca a lo divino ni a lo humano. Quizás esté harto del mundanal ruido, en especial de la crisis económica y de la roja (¿podrían ofenderse en algunas nacionalidades si se dice selección española o simplemente España?) en los mundiales de futbol, así que por qué no hablar de mis perros.
Si, ellos también tienen su historia, aunque su especie, dentro de este planeta, no sea tan egocéntrica coma la nuestra y no pierden el tiempo de su existencia en leer o en manejar una computadora y mucho menos en escribir hazañas que a nadie le interesan.
Desde que llegue de Costa Rica han sido bastantes días los que he estado solo en mi casa del campo, y esta, a un monasterio, nada tiene que envidiar, así que he tenido bastante tiempo para observarlos.
¿Son felices? La verdad es que no lo sé. Si puedo asegurar que su vida de animales domésticos es bastante rutinaria, estoy convencido lo serian mas si vivieran libres, pero hay unos humanos dedicados a cazarlos en tal estado, a meterlos en unas cárceles y pasados un tiempo si nadie los “adopta”/reclama, inyección letal al canto y paso a mejor vida. También es verdad que existen lo que llaman refugios, en donde se libran de la citada inyección en la espera de su adopción, pero son tantos los que recogen que ya no tienen cabida para más.
Bueno, iba de historias perrunas, y empezaré por orden de llegada a esta casa.

Penca: En mis malos momentos, de retiro por mi depresión y por otras causas, a alguien se le ocurrió que uno de estos bichejos, con su compañía, me haría bien. No lo dude y nos llegamos a la perrera (lugar en el que los sacrifican); una vez elegido uno, pensaba llevármelo sobre la marcha, pero hacía falta la firma del veterinario el cual no aparecería en unos días. Mi acompañante dijo de llegarnos a un refugio de un pueblo cercano, cosa que hicimos. Posiblemente por no esperar condené a muerte al de la perrera. Puñetera burocracia.
¿Qué me llamo la atención de Penca (allí la llamaban Gaia)? Su tesón. Mientras limpiaban con una manguera un recinto, esta se empeñaba en morder el chorro de agua, cosa que como es lógico no conseguía, eso si, bien lavada, acababa.
Hicimos buenas migas, pero mi estado de ánimo no estaba como para jugar mucho con ella. Había momentos en la que la veía triste. Echará de menos a sus compañeros/as de refugio, me dije, por lo que decidí traerle un compañero. Fue Chumbo (llamado Dante allí), pero la historia de Chumbo es otro cantar.

Fideo: Es el perro feo de la manada. Había tomado la determinación de salir de la depresión y probaba cosas que me ayudaran, y entre ellas, decidí dar un paseo diario, cosa que abandoné al poco tiempo puesto que mas que pasear, arrastraba las piernas y era tal el agotamiento con el que llegaba que pensé me perjudicaba en vez de ayudarme, pero mientras lo hice, me acompañaban mis dos perros. No sé si fue el primer día, se nos unió un perro callejero que vagaba por estos pagos. Otro día e igual. Pero ahí no acaba la cosa, el muy perro sabia a la hora que salía y ya me esperaba en la cancela donde me hacia grandes fiestas. No quería darle de comer por aquello de “quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro”, pero al final caí y decidí que se quedara con los otros dos. No es así de fácil, puesto que tuve que vacunarlo, ponerle el microchip, collar antiparasitos y hacerle la vasectomía; vamos, que me costó un huevo.
Cuando me di cuenta mis allegados le llamaban Fideo y no es de extrañar porque las costillas las tenía más marcadas que esas cosas transversales que ponen en las calles para que por narices disminuyas la velocidad.
En mis paseos, incluso antes que decidiera quedármelo, tuve problemas con él. Moto que pasaba, moto que era su objeto de cacería, y alguno se paro y se me enfrento con nada de buenos modales diciéndome que como coño no lo llevaba amarrado, a lo que le contestaba que buscara al dueño y le dijera lo mismo que me había dicho a mí; ponían cara de no saber que les estaba diciendo, pero seguían camino.
Fue el causante de que me . Al aun no haberle hecho la vasectomía, olía a una perra caliente a kilómetros de distancia, y a pesar de haberle hecho un muro y haberle puesto una cerca eléctrica para impedir sus escapadas, lo hacía por la noche y el Chumbo le acompañaba, hasta que una mañana, este último, no apareció.

Kiko: Mientras andaba por Costa Rica, no sé exactamente la causa por la que a alguien se le ocurrió traerlo. Tampoco se el por qué le pusieron ese nombre. Lo trajeron como perro galgo. La madre lo es, pero se ve que al padre se le adelanto, vete tú a saber que chucho, y los genes de este ultimo han predominado.
La Penca es perra vieja. Desde que se quedo sin el Chumbo, se erigió en matriarca de la manada y ejerce bien su cargo. No es amiga de hacerle fiestas a nadie.
El Fideo es el patito feo. En sus tiempos de vagabundeo debió recibir más de una patada, porque escucha una voz alta y sin que sea dirigida a él, se retira con el rabo entre las patas. Conserva sus manías persecutorias, pero al parecer ya no solo contra las motos, sino con los que se dedican a hacer footing.

La vida nocturna de estos tres elementos no la conozco bien, si se que la Penca cuando abro la puerta antes de acostarme, ya tarde, está echada delante de la misma en pose vigilante. Al amanecer se dedican a jugar, me imagino que con la idea de hacer ejercicio. Cuando abro la puerta, entran a saludarme y a continuación se tumban a dormir, cada uno en sitio diferente, lo que me hace suponer que están activos por la noche. Es curioso, que duermen un rato a la sombra y después se pasan a seguir durmiendo a pleno sol, y vuelta a cambiar.
Les echo de comer bien entrada la tarde y cada uno respeta su comedero. Les traen los sobrantes de la carne que los humanos de estas latitudes desechan, y que en África serian muchas las personas que darían botes por ellos, se les cuece y les echo su ración. Cosa curiosa cada uno conoce su comedero y respeta el de los demás. A mitad de la semana se acaba lo para ellos debe ser un manjar, y les doy pienso. Me miran con cara de mala hostia y me imagino que pensando que me lo coma yo, aunque al otro día aparece, si no comido, al menos casi.
Ya anocheciendo repiten los juegos, pero en especial están atentos a vehículo o persona/as que pasen por la calle y el ladrerío que le arman no es normal.
Se perfectamente que no tienen problemas con Hacienda, que tampoco los tienen para encontrar trabajo, que la crisis se las trae al pairo, que pasan de políticos, que no se preocupan por la ropa o calzado de marca, y también sé que muchos humanos darían algo por estar como ellos.

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jueves, 17 de junio de 2010

Más de un mes en España

Más de un mes en España y la sensación que tengo es que he perdido un tiempo precioso. Estoy tocando con la punta de los dedos cosas que me trajeron por estas tierras, pero, y sigo con las sensaciones, creo que en vez de solucionarlas las estoy empeorando. Tampoco esperaba encontrarme a personas tan cerriles (tercas, obstinadas, obcecadas, cabezotas, contumaces, groseras, bastas, ordinarias, rústicas, toscas, zafias, brutas o ignorantes).
En una de ellas que no estaba nada clara, después de hablar con abogadas/os, pensaba que podía, al menos, salir del estancamiento en que se encontraba, pero hete aquí que tropiezo con un marmolillo (Persona torpe o poco inteligente) y lo que podía tardar un mes, o como mucho dos, se puede prolongar años si entramos por la vía judicial. El citado tarugo no ve ni por asomo que está beneficiando a las personas que quiere fastidiar y jodiendo a las que nada tenemos que ver en sus delirios. Veo mi panga peligrar. También lo sentiría por otras personas a las que pensaba hacer beneficiarias y que no les vendría nada mal.
La segunda, que podía estar resuelta hace años, y de la que no pienso obtener ningún beneficio pero si clarificaría mi situación dentro del sistema (es una utopía, pero soñar no es malo), en teoría a mediados de este mes, empezaban los movimientos judiciales, pero por razones que no vienen al caso, se ha postergado, por lo que temo que llegue el mes de Julio y Agosto, en el que este país se paraliza con las vacaciones, y la cosa vaya para largo. Me queda el consuelo de los tontos: Ya empezó a moverse.
La tercera ni he querido menealla hasta ver un poco de luz en las dos primeras. Mis nervios/ansiedad no están para estos trotes después de dos años de paz.
Telefónica de España, sigue sin ponerme el teléfono después de tenerlo solicitado hace más de dos meses. Esta multinacional de mierda merece escrito aparte.
Como consecuencia de lo anterior, sigo sin internet. Bueno, la verdad sea dicha, gracias a Fernando que me dejó un modem inalámbrico, que aunque más lento que una tortuga, me permitía saber algo del exterior, hasta que un día dijo hasta aquí he llegado. Me ha traído otro, y aunque más rápido, pierde la conexión cuando le sale de las pelotas (si el estrés no lo tengo a tope es porque los ticos me han enseñado mucho a este respecto).
En un documento de Hacienda, resulta que soy propietario de más bienes inmuebles de los que existen en el pueblo en que vivía en Costa Rica. Lo puñetero del caso es que algo de razón llevan, pero hasta que no se desfaga el entuerto de los dos primeros puntos, estaré dentro de la vorágine en que estoy metido y que para nada deseo ni he buscado.
Fui a Endesa, para protestar por el robo descarado a que he sido sometido en la facturación en lo que va de año. La persona que me atiende me dice que tiene toda la pinta de ser una avería del reloj de discriminación horaria. Casualidad es que todo el consumo eléctrico se vaya a la tarifa más cara y no a la más barata. Me refacturarían, me dijo, pero ha pasado casi un mes y no veo que me devuelvan nada.
La persona que me acompaña en esta especie de destierro (para mí lo es), también tiene que resolver problemas y está más tiempo dedicada a ellos que junto a mí y la verdad es que la soledad que tanto me sirvió para salir de mi depresión, ahora no la soporto. No comprendo cómo pude estar tres años de mi existencia aislado en este desierto. Claro que me acerco por el pueblo, pero ¿con quién hablo? ¿Con el tendero? ¿Con el que me vende las revistas? No, por aquí la gente va a su rollo y eso de entablar conversación es sumamente difícil. Como me acuerdo del pura vida que los ticos usan como saludo y aquellas parrafadas que mi amigo Javier le echaba a quien se cruzara con él.
Con esto del internet por entregas, se me quitan las ganas de escribir en este rincón y ni siquiera he contestado a comentarios que me han hecho, cosa que me fastidia y bastante (me parece una falta de respeto). Espero se solucione y los contestaré.
He visto más televisión que en los dos años anteriores, y ¡vaya lo que se ve! Las noticias acerca de la economía auguran verdaderas catástrofes en Europa y en especial en España. Recortes en derechos laborales, rebaja en los sueldos de los funcionarios, estancamiento de las pensiones y encima los organismos internacionales advirtiéndonos que los recortes son insuficientes y que debemos apretarnos más el cinturón. Ni que decir tiene que siempre pagan la crisis los mismos. Lo que mas me jode es que España sigue siendo el país de Europa; putada que haya que hacer a los más débiles se prueba aquí y se estudia cómo reaccionan el resto de los países. No me extraña, tenemos el jefe de gobierno y de la oposición más inútiles en miles de kilómetros a la redonda.

Entre col y col lechuga:
Llegue cuando las rosas estallaban después de las abundantes lluvias que por aquí cayeron.



He hecho dos viajes a Motril, lugar en el que nací. Por fin acabaron la autovía hasta la costa, la cual pasa por encima del también acabado pantano de Rules, por el cual no han metido en la cárcel a nadie y razones haylas: Se comenzó con un presupuesto equis, y después de ver que los estudios geológicos eran un desastre, se multiplico por dos (¿o tal vez por tres?); pero aquí no acaba la cosa, lo terminan y caen en la cuenta de que no hay conducciones para llevar el agua a donde se suponía que hacía falta, y con la crisis no hay dinero para hacerlas, por lo que lo único que hemos hecho es una bonita laguna artificial (En el momento que esto escribo en él hay 37,26 hectómetros cúbicos). De locos.
En Motril me reuní con mis hermanos (no con mis hermanas) y fuimos a comer a un restaurante de la playa. Una fritada de pescado, ciento cuarenta euros. Aseguro que no estaba rociado con caviar. Abundaban las brótolas, antes llamadas matagatos, y los calamares congelados.

Al pasar por el candelón grande me vinieron recuerdos de mi niñez.

Mi moto la he cogido poco. La verdad es que después de tanto tiempo sin hacerlo no me atrevo a cogerla campo a través.

Por aquí ha pasado un chiquillo estupendo, Alfredo, que en este campo y con esta piscina lo ha pasado como un enano. No salía del agua cuando la temperatura, al menos para mí, era de estar con abrigo. Para colmo le encantan los animales, y donde hay tres perros, no paraba de retozar con ellos; defendía al Fideo cuando decíamos que era muy feo.



He visto atardeceres a los que nunca les había prestado atención y tengo que reconocer son preciosos.

Aunque no colaboré, estaba en momentos bastante bajos, vi como preparaban la tierra y hacían una pequeña huerta en la que sembraron tomates, pimientos, berenjenas, melones y seguramente algo más.
Deje atrás la coleta. Eran muchas las personas que decían que lo hiciera. La verdad es que el pelo largo es un coñazo y la razón por lo que me lo dejé así ya se ha cumplido.
El mundo continúa, pero no sería sincero si no dijera que echo mucho de menos las tertulias de mi pueblo al otro lado del mundo, y por supuesto a los/as amigos/as que por allí tengo.

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jueves, 27 de mayo de 2010

Mi particular Laberinto de Creta

No sé si esto saldrá de Word. Me he puesto delante del teclado sin saber de qué voy a escribir. Estoy metido en tal laberinto que he perdido totalmente el rumbo.
Me despierto pensando (es un decir) que tengo que hacer algo. Desayuno, no porque se me apetezca, sino porque hay que echarle combustible al cuerpo, les echo la comida a los perros, miro la piscina (), me acerco a abrir la cancela y para de contar. No tengo nada que hacer, o mejor dicho, no quiero hacer nada; tengo la impresión que cosa que acometa va a ser un problema que no sabré solucionar. Tampoco quiero pensar, la sensación es de que en vez de neuronas en el cerebro, tengo esparto.
Llevaba más de tres meses de no ver la televisión, a pesar de, por allí, tener cincuenta y seis canales; se pone el sol y lo primero que hago es coger el mando a distancia y ¡hala!, a embrutecer la mente. Merece capítulo aparte.
Pierdo el hilo, la compu que me han prestado tiene el Office 2007 y se empeña en dejar un espacio después del punto y aparte. ¿El por qué los chicos de Microsoft te imponen lo que ellos creen que es mejor? Eso si a cabezón no me gana nadie y ya he dado con la forma de hacer lo que a mí me dé la gana.
Continúo:
Vine con la idea de resolver problemas y es tal el aluvión de ellos que caen sobre mí, que me obnubilan.
Me dan una bolsa de plástico llena de documentos que he recibido mientras estaba alejado. Veo la sentencia en la que me condenan a pagarle un buen pellizco al cabrón del Lachica, pero lo curioso es que encima, al parecer por no asistir al juicio, se me declara en rebeldía (Alguien me quiere decir que significa esto. ¿Estoy en la lista de los se busca?). Antes de irme para Costa Rica, procuré que para todos los organismos rezara como dirección la de mi actual vivienda, pero al parecer para la justicia sigo viviendo en la anterior, y allí alguien disfruta mandando este tipo de comunicados a la basura. ¿Dónde tengo que pagar la cantidad a que he sido condenado? ¿Se repetirá la historia?
Por otra parte me dicen que tengo que autorizar al Ayuntamiento del pueblo donde esta mi vivienda para que ellos manden información a Tráfico para recaudar los impuestos de mis vehículos. ¡Vamos a ver!.., me digo: ¿No tengo residencia en Costa Rica (y menudo )? En caso de ir a la justicia a dejar claro que ya no vivo en mi anterior domicilio, ¿dónde digo que vivo?, ¿en esta casa o en Centroamérica que es donde en realidad pienso vivir?, ¿qué dirección doy?, porque pienso continuar camino. En caso de tener otro juicio, ¿tengo que coger el avión? ¿Se encargara mi de resolverme mis problemas?
Antes de irme, por estos pagos, se hablaba de la ventanilla única; que todo se iba a resolver a través de internet. ¡Ayuda! Que alguien me explique donde coño voy a decir que me encuentro en otro lugar de la tierra y que se encargue de transmitírselo a todos los organismos, ¿o tengo que volver a recorrerlos todos? y en caso de que así sea ¿cuáles son? Si se me escapa uno ¿volveré a engrosar la lista de los más buscados? Claro que con este invento de las autonomías donde los mismos se han multiplicado, la cosa no debe de ser fácil. ¿O sí?
No acaba aquí la cosa, está Hacienda. Tengo que justificar una serie de cosas que ni puta idea de cómo hacerlo. Y tengo que hacerlo, porque si no me gastan bromas como la de embargarme la cuenta y pegarme un puyazo (cosa que ya han hecho) algo así como el del sueldo anual de un trabajador normal. De algún sitio tiene que sacar mi presidente su deuda, que no la mía.
Para el resto de los humanos, al menos de esta parte del planeta, esto es normal (espero que algún día despertemos todos), pero no para mí. Después de diez años de depresión, a la que no quiero volver, y dos años en Costa Rica, no, para nada es normal. Te tienen atrapado y no hay forma de desengancharse. Posiblemente la culpa sea mía. El primer pensamiento es el que vale y tendría que haberle . Por otra parte me acuerdo de mi amigo Andrés, el . ¿Qué opinaría él de todo esto? Pero no solo él, ¿qué opinaría Ula, Diego, Giovanni o Chequelo? No lo entenderían, y en caso de querer explicárselo, tengo la seguridad que me mandarían al carajo diciéndome: Hale usted para aquel mundo y déjenos a nosotros en este. Por algo están en el país más feliz del mundo.
Espero despertar. A estas alturas no creo estar preparado para mandarlo todo a tomar por el culo.
También puede pasar que despierte encabronado y lo pague con quien no deba. Venía con la sana idea de resolver cosas por la vía pacífica. Que no me sigan tocando las pelotas.

Que vuestro dios os/nos coja confesados.

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lunes, 24 de mayo de 2010

De Costa Rica a España. ¿Ha merecido la pena?

Llevo unos días bajos. Más bien estoy ahuevado como dicen por aquí. Hoy he estado con una apatía total y aunque he hecho un esfuerzo por llegarme al muelle a comprar pescado, solo tenia ganas de estar en la cama y de vez en cuando un baño pensando en despejar la mente.
¿Es porque me toca?,
¿Es porque voy a regresar a mi país?
¿Es que tengo el biorritmo bajo?

Lo anterior lo escribí en Costa Rica el jueves veintinueve del mes que ha pasado, y hasta hoy, ya en España, no he sido capaz de continuar y ya tengo perfectamente claro que era la segunda pregunta la causa de mi malestar. Razones no me faltaban.
Lo teníamos todo preparado para nuestra salida el día cinco. Mi amiga… nos llevaría hasta el aeropuerto en mi viejo (más bien candray) carro, pero por extrañas coincidencias, su jefa, en recuperación de una operación, y a la cual la acompaña en todo momento una enfermera, decide venirse el mismo día, y llegamos al acuerdo de viajar todos en su buseta. Bien el paso del Golfo de Nicoya en el ferry, salida de Puntarenas y había quedado con… para comer en San Ramón con la idea de no hacer larga la espera en el aeropuerto. A tal punto nos acercábamos cuando el motor de esa especie de microbús, se acelera a tope y comienza a echar grandes cantidades de humo verdoso. Lo cierto es que no había forma de pararla y lo que todos temíamos era el incendio de la misma. Nadie pensó en sacar los equipajes, puesto que como es lógico lo primero que se nos vino a la cabeza fue evacuar a la enferma.
Se interrumpió la circulación, que no era poca, acudieron bastantes conductores en nuestra ayuda y solo a un camionero se le ocurrió calar el vehículo con una velocidad puesta, freno pisado a tope y suelta el clutch (embrague) de golpe.
No solo acudieron conductores y demás viajeros, sino lugareños de viviendas cercanas que creían se había incendiado el bosque. Por cierto que uno de ellos al ver que había españoles (no hacen mucha diferencia con los gringos) no desaprovechó la ocasión para intentar vendernos un lote.
Buen invento el del celular, mediante el cual se pidió una grúa y un taxi para nosotros que la verdad sea dicha no fue mucho lo que tardo en llegar.
Despedida, en especial de mí amiga…, y continuamos ruta.
Llegamos al (poco se imaginaba este pobre muchacho que a falta de héroes para enriquecer una a él lo convirtieran en uno) con el tiempo suficiente para sacar los billetes, cambio de monedas y comer algo.

Eso sí, para esto último tuvimos que buscar una especie de caverna del paleolítico, con idea de poder fumarme algún cigarro, y aquí viene mi primer cabreo: Lo que para todo el mundo es ya una cosa normal, que los fumadores somos unos apestados, para mí no lo es tanto. Sigo sin comprender que si tan malo es para la salud, no prohíban su venta al igual que lo hacen con la cocaína, o quiten de la circulación tantos alimentos dañinos para la misma. Por otro lado tengo mis grandes dudas, por no decir que no me lo creo, de que sea el , y si no ahí está el caso de Grecia con el mayor índice de fumadores por habitante y uno de las más bajas incidencias en esta enfermedad, o lo que sobre el mismo nos cuenta Joe Vialls.

Detalle curioso: mientras en ese antro estábamos, en diferentes momentos, se acercaron por allí dos pilotos a fumar. ¿De verdad alguien se cree que todos los pilotos del mundo hayan dejado de fumar? Estoy completamente seguro de que el que el que sea fumador, lo hace en la cabina, y si ellos pueden hacerlo, el por qué yo no. Sigo manteniendo que el fumar es el vicio más estúpido que se pueda tener.
Paso por aduana y mi cabreo sigue en aumento. Habíamos facturado la mayor parte del equipaje, pero llevábamos a mano mochila, bolsos, computadora y no sé si algo mas, los cuales pasaban por el escáner, preparado a tal efecto, pero para pasar por el de los humanos, nos hacen vaciarnos los bolsillos, me quitan el mechero, y cuando me dicen que tengo que quitarme las zapatillas ya no me hace tanta gracia.

María llevaba unas como las de la imagen y con recochineo le preguntamos al aduanero si de verdad cree que en ellas puede ocultarse una bomba y si es necesario que se las quite. Lo que diga la oficial, responde, cosa que como es lógico dice que sí. El caso es joder y humillarte. Disfrutan.
Con los pantalones que me deben estar anchos y sin correa, se me caían y la verdad es que aunque estuve a punto de dejar que lo hicieran e ir luciendo mis calzoncillos, no lo hice, por lo que tuve que dedicar mi mano izquierda a este menester y en la derecha dos canastas con la mochila y la computadora. Ridículo a más no poder. Me cagué en la puta madre de los que no estrellaron los aviones en la Casa Blanca, aunque también estoy seguro que su inquilino no hubiera estado dentro, puesto que supuestamente
La gran mayoría de la gente con la que comentas esto, te dicen que todo es por nuestra seguridad, pero estoy convencido que la idea principal es ridiculizarnos y acojonarnos, y si no que me digan como detectan un artilugio explosivo en el equipaje facturado el cual se podría hacer estallar mediante un mecanismo de relojería o a distancia y no lo detectan en una persona caminando. Sobra tecnología para hacerlo.

Nos ubicamos en el avión y despegamos.

Pensaba tomar algunas imágenes de Costa Rica desde el aire pero las nubes lo impedían (por algo ya estamos en época de lluvias). Volamos en dirección contraria a la del sol por lo que no tarda mucho en oscurecer y llega la noche cerrada. En el viaje de ida iba contemplando las nubes sobre el Atlántico, pero en este solo se podía contemplar las tinieblas, así que largas horas nos esperan sin nada en lo que entretenerse. La pantalla que tengo frente a mi, indica que sobrevolamos Puerto Príncipe y un poco después Santo Domingo, a partir de aquí, océano bajo nuestros pies. A dormir tocan.
La economía manda y no creo que haya artilugio menos adecuado que el asiento de un avión para poder dormir. Tienen que meter el máximo número de asientos, por lo que la reclinación de los mismos es mínima. Cuando se ven las primeras luces del día, no había hueso que no me doliera a pesar de no haber dormido nada, o quizás dormitado algo.

Sensación rara al ver la costa de Portugal. Estoy llegando a Europa me dije. Otra vez el mar de dudas sobre si había hecho lo correcto volviendo a verla.
El poder de la mente: en las diez u once horas que duro el vuelo, ni me acorde del tabaco.

Aterrizaje en Barajas y desde que salimos del avión hasta llegar a la zona donde poder comer y por qué no fumarme algún cigarro, recorrimos kilómetros, o al menos a mi me los parecieron, parte caminando, parte en cintas transportadoras, en las cuales tenía la sensación de ser un borrego que llevaban al matadero y trenes (lanzaderas le llaman) que a través de subterráneos, te hacen perder por completo el sentido de la orientación, eso sí, una voz metálica te va advirtiendo que te cojas a las barras verticales para no caerte y que no salgas hasta que el vehículo este completamente parado.

Mientras María pedía algo de beber, salgo al exterior a fumar un cigarro, y cuando vuelvo me encuentro a María y a Patricia abrazándose. Tengo la sensación de que yo no soy el tipo que ella esperaba, mientras que a mí me paso todo lo contrario.
Charlamos mientras comemos y cuando nos damos cuenta ya era la hora de coger el avión de Granada.
Ya me voy adocenando. El registro para subir a este segundo avión, ya no me sienta tan mal, aunque me pregunto si lo hacen en un vuelo nacional, el por qué no se lo hacen a los viajeros del metro de Madrid o Barcelona donde ya tenemos antecedentes de que pueden colocar bombas con relativa facilidad.
Nos esperan y directos a mi casa. A la llegada otra sorpresa: la Penca y el Fideo, perra que saque de un refugio y perro que recogí en la calle, no hacen el menor gesto de conocerme.
Entre comentarios de bienvenida, y rememorar los amigos comunes que habíamos dejado atrás, también comentamos como va este país al que llego y en especial en lo que a mí me concierne. La compañía telefónica a la que habíamos solicitado el teléfono fijo desde Costa Rica para que al llegar no solo lo tuviéramos funcionando junto con la conexión a internet, no había dado señales de vida (han pasado más de diez días y sigo sin tenerlo), los documentos del coche y de la moto no están al día, o sea que desde mi casa, ubicada en un desierto estamos incomunicados, puesto que con el celular de María, la señal es mala [peor que cuando me fui (es curioso que la televisión digital, única existente, por ley, la tenga que recibir todo hijo de cristiano y la señal telefónica vaya a peor)], la compañía eléctrica lleva unos meses sin cobrarme la factura del consumo de electricidad y al parecer no es a mi solo (alguna putada nos tendrán reservada y espero que no sea que llegue la noche y tenga que recurrir a un cirio), le tengo que pagar al sinvergüenza de Lachica (personaje que nos vendió estos terrenos) una buena cantidad de euros porque la cita del juzgado para el juicio no me ha llegado (alguien con muy buenas ideas la debió de tirar a la basura) y han fallado en mi contra por no acudir al mismo, y paro. No, lo del capullo de mi presidente, que según él todo iba como dios y les ha bajado el sueldo a los funcionarios y ha congelado las pensiones, ha sido posterior.
Con todo lo que peor me ha sentado ha sido el frio. Había decidido volver cuando por estos lares hubiera llegado el buen tiempo, cosa que suele ser en Mayo, pero no, desde el centro hacia arriba nevando y por aquí se que hemos llegado a seis grados, al menos por la noche, lo que para mí es frio polar. Casi dos años con mínimas de veintiocho grados y máximas de treinta y tres, ha sido un cambio demasiado brusco. Nunca soporte el frio, pero esta vez me ha acobardado tanto que solo se me apetecía estar en la mesa de camilla con el brasero puesto por mucha calefacción que estuviera en marcha.
Han sido más las cosas que he visto en mi contra y que me parecían un mundo. He pasado ansiedad y juro que ha sido más de una vez las que he pensado en coger el avión y volverme.
Algo he aprendido de los ticos, y precisamente el esperar sabiendo que las cosas se resuelven sin prisa, es una de ellas. Ha retornado el tiempo primaveral, he puesto a funcionar la piscina e incluso esta mañana me he dado un baño (el agua estaba tan fría que tengo la sensación de haber resucitado), he pasado la ITV del coche (carro) y he cambiado las cubiertas [llantas (después de dos años sin usarlo estaban cristalizadas y me aconsejaron se lo hiciera)].

A la moto que no me arrancaba, le he puesto batería nueva y ya lo hace, incluso me he dado una vuelta en ella (sé que a mi amiga… le encantaría darse una vuelta en la misma).

En la lejanía recuerdo a Costa Rica como el lugar que cumplí cosas que en este no me atreví, y valga como ejemplo el dejarme el pelo como Jesucristo.
Me he vuelto a quedar solo. María ha ido a su ciudad a solucionar sus problemas. Me acuerdo de los tres años que pasé aislado en este lugar, aunque mi mundo era otro y la soledad no solo no me perjudicó sino que me benefició, pero ahora estoy seguro no la soportaría. Echo mucho de menos mis tertulias, mis atardeceres, mis amigos/as.
En estos días de frio/ansiedad me he preguntado si el mundo que me he fabricado podría continuarlo aquí, y rápidamente mi subconsciente se ha enfadado conmigo. No veo ningún faro que me indique que puede ser así. Puede que si me quedo el tiempo suficiente para resolver lo que me trajo, en algo cambie de opinión, pero cada vez lo dudo más. Hoy sin ir más lejos, me encuentro solo, aparte de saludar al trío de perros, se que tenía que cambiar el sílex del filtro de la depuradora, pero por si faltaba poco, el lumbago que gracias a mi querida Tenere, a la que tanto me he alegrado de ver, lo tengo fatal y no es cosa de quedarme como una alcayata. Alguien a través del celular [en el único sitio que tiene cobertura es en la esquina de la piscina (menos mal que remitió el frio)], me dice que me vaya al pueblo a pasear y me pregunto: ¿A ver escaparates?

Sigo sin teléfono, sin internet ni la madre que los pario y todo gracias a Telefónica de España y su puta madre, pero también gracias a una artimaña, que puede que sea la definitiva, consigo salir al ciberespacio, eso sí con una lentitud agobiante. Intentaré meter lo escrito.

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lunes, 26 de abril de 2010

Viaje a La Esperanza. Del fresco de carambola a la preciosa martilla

German (sin acento en la a) es nuevo por aquí. La que primero persona de este pueblo con la que habló fue conmigo. El se sentaba en solitario en una mesa junto a la mía. Rompí el hielo y entablé conversación con él. Desde entonces es asiduo a la tertulia. Nada que ver con el resto de los tertulianos.
Sustituyó a Henry como vigilante nocturno en el hotel (es curioso lo que le exigen a estos para portar un arma y con la facilidad que la llevan todos los chorizos de los barrios marginales de San José y de Puntarenas, por citar las ciudades en las que tengo la seguridad de que esto ocurre) y no teniendo ningún tipo de vehiculo y su casa en La Esperanza, duerme en Cóbano, llega en el último bus, antes de las seis, y hasta la hora de entrada a su trabajo, las ocho, se ha hecho asiduo de los atardeceres.
¿Qué voy a hacer todo este tiempo cuando se vayan a España? Se pregunta y me pregunta. No estaría bien visto e incluso peligraría su puesto trabajo en caso que siguiera reuniéndose con el resto de los cabezas locas, sin estar nosotros.
Tenía mucho interés, en su día de descanso, llevarnos a su casa para presentarnos a su mujer y a sus hijos.
Ha tocado hoy.
Parece que el invierno se esta adelantando. Lleva unos días de fuertes lluvias, de las cuales me he alegrado bastante, no solo porque me gustan, sino porque María va a conocer la otra Costa Rica, la verde, pero sobre todo que viera como estallaba ese color con las primeras aguas. No estará aquí cuando la gama de verdes sea algo digno de llevar a un cuadro, pero volveremos cuando este en pleno esplendor.
Dejamos la carretera de Cóbano y nos metemos por un camino de tierra. Ni todoterreno ni leches, todo el camino en segunda y muchos tramos en primera para sortear las pequeñas torrenteras que ha abierto en el mismo el agua de los últimos días.
Merece la pena.

Pronto llegamos a la primera torrentera afluente del río Pánica. Atrás queda la sequedad de los últimos meses. Ya fluye el agua en abundancia.

Antes de llegar a lo que para mí es selva virgen, pasamos por un sembrado de tecas y otro de mangos.

Llegada a la segunda torrentera y vemos a un todoterreno que la atraviesa; creo que muy pronto no habrá vehiculo que pueda hacerlo.
Un par de desvíos a la izquierda y el camino empeora, se ven casas aisladas y por fin llegamos a la de German. Naturaleza en estado salvaje. Hace solo dos años que disponen de electricidad.
Le habíamos advertido que no hubiera ningún recibimiento especial, pero inútil. Lo primero que observo es que la vestimenta de mujer, suegra y abuela es la de los actos especiales.

Casa de madera y al entrar me llama la atención en especial la cocina. Hornilla de leña y cantidad de ollas colgadas de la pared. Con posterioridad me entero que cuando tienen visita esas ollas las limpian hasta que relucen como la plata.
Nos sentamos en el porche, hablamos, y no es mucho el tiempo en que veo que la mesa se va llenado de platos.



La suegra de German antes de sentarnos a comer, prepara una olla de comida para las gallinas y me asombra que estando totalmente desperdigadas entre la maleza acudan como si de toque de corneta se tratara. Pregunto por el gallinero que también me asombra y me dicen que al atardecer todas suben por el palo pero que ellos tienen que tener cuidado de retirárselo cuando lo han hecho todas, porque si no por él también lo harían los zorros (nada que ver con los de España). También que todas ponen en un nido que para ello les preparan al efecto.
De la comida lo que más me gusta es el fresco.
¿De que esta hecho?
De carambola, pero también los hacemos de tamarindo.







Salen a relucir la miel de marañón o el cuadrado frito.
De cualquier fruta que hablábamos German se retiraba un poco y traía una. No se como salio la leche de coco y va a por uno.



Me llama para que vea lo que según él era un zorro y que la suegra lo desmiente diciendo que es una martilla. No se asusta cuando la fotografío, es mas le empujan con un palo para que aparezca entera en la imagen.

Terminamos de comer e íbamos a sentarnos en una especie de plaza que quedaba entre un circulo de árboles enormes, pero que el ramaje se unía impidiendo ver el cielo en el centro de la misma.
Comienzan a caer unos goterones y conociendo lo suficiente este país y sabiendo que lo que continuaría seria lluvia torrencial, digo de irnos. No me veía pasando por los caminos por los que habíamos venido, con el agua a mares por mucho cuatro por cuatro que lleváramos.
German se queja de que no vamos a conocer a sus hijos que aun estaban en la escuela.

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