miércoles, 10 de febrero de 2010

Y el cielo bajó a la tierra

Casi un mes sin acercarme por este mi rincón.
¿Sequía de ideas?.. Nada de eso, también ha sido un periodo de inactividad en otras de, llamémosles, mis rutinas (lecturas, pasear, contabilidad, etc.).
Definir lo que me ha pasado tampoco es labor fácil. Lo más probable es que mis neuronas han estado en un laberinto, embrollo, caos, confusión o llamémosle equis que me han transportado a un mundo maravilloso, mundo por el que todavía estoy influenciado y del que me cuesta apearme.
Posiblemente todo empezó como un juego. En esos entresijos del ciberespacio, vi la posibilidad se conseguir uno de mis sueños de juventud y me lo marqué como objetivo.
Que se cumplió, es cierto (se de alguien que al leer esto, la primera palabra que se le vendrá a la cabeza es engreído), pero jamás pensé que lo que podía haber sido incluso un desastre, se convirtiera en una cosa tan bonita, y no solo eso, sino que veo que esa “cosa”, se puede prolongar en el tiempo.
La primera fase fue desesperante. Lo que a mi me parecía sencillo y lo mas normal del mundo, otros lo veían como una posible catástrofe en la que incluso podía hacer daño a terceros. Estuve tentado de abandonar, pero también sabía que a alguna otra persona en su fuero interno, no solo lo veía posible, sino que la deseaba, motivo por el que jugué fuerte y seguí.
También me ha reafirmado en mi convencimiento de que lo escrito es muy peligroso, puesto que intentas transmitir una idea y cada una de las personas que la leen, lo puede interpretar de forma diferente [pienso que Cervantes cuando escribió el Quijote para cachondearse de los libros de caballería (una de la teorías), jamás pensó en el éxito que tendría, cosa que no ocurrió con los que escribió como libros serios]
El objetivo podía haber sido tener una buena moto, pero una vez en mis manos, este vehiculo, ¿funcionó como esperaba? No solo funcionó, sino que sobrepaso todas mis expectativas.
Han sido días de luna llena, cosa que no tendría más importancia, puesto que las he visto todas desde que estoy en este país, pero esta vez el rojo de su orto ha sido especial, y si le añadimos que mientras se elevaba y cambiaba su color a amarillo, iluminando intensamente la oscuridad de la noche y rielando sobre las aguas de la bahía, personas del grupo, que sentados en la arena, la contemplábamos, recitaban a Neruda (me quedo en como lo hizo Patricia), la cosa se desbordo.
Días de caminatas por pleno bosque, de ver a los congos sestear encima de mi, de saber que el arbolito tiene unas raíces, que a pesar de abrirse camino entre las duras rocas, son tan suaves como el culito de un bebe, de saber el por qué le pusieron árbol de Jesús, de reunirme con Rosa a la que no veía hace bastante tiempo, de ver como un zopilote se convertía en pavo (no te me cabrees), de comer una tortilla de papas o española como si del mejor manjar del mundo se tratara, de ver a otra persona comerse una langosta como si fuera una sardina (pensé en el protocolo de pinzas y demás gabelas de hacerlo en un restaurante), charlar bajo las estrellas picando en una bandeja frutas del país (desde papayas a piñas, pasando por bananos) fresquitas.
La magia se contagio. Todos deseaban que esta no se acabara, por lo que a alguien se le ocurrió que Carlos demostrara sus dotes de cocinero en una cena en casa de Patricia, cosa que hicimos y a la que asistieron Norberto, Rolo, Alejandro, Rocío y más. Todos los productos fueron ticos y Carlos se lució al menos en la presentación (jamás había visto una ensalada, en la que la gama de verdes superara a la de los bosques ticos en época de lluvias).
En la vida me he sentido mas… ¿mimado?
Todo lo que tiene un principio, tiene un final y este llegó, aunque quiero verlo como una interrupción necesaria de algo que se puede prolongar. Amén.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo que me alegro, Perroverde. La vida está llena de casualidades, ¿verdad? Las hay sorpresivas, inauditas, casuales, puñeteras, graciosas, reveladoras, atrevidas... pero lo que sí es cierto es que quien no se arriesga no gana.
Repito, me alegro mucho y, por la cuenta que me toca, espero que se prolongue, aunque solo sea porque, por esa casualidad, se dé la posibilidad de que alguien más pueda vivir un momento tan mágico como el que describes, recitando y escuchando versos de Neruda a orillas del mar y con la luna al fondo. ¡Ah! y poder ver un zopilote al natural y esa cabeza tan roja que tienen, ja, ja, ja.
Un beso,

Anónimo dijo...

Que maravilla vivir eso, y en ese entorno,afortunado.