miércoles, 17 de diciembre de 2008

De Cullar Vega al Golfo de Nicoya

Son muchas las cosas que me indican que mi forma de ver el mundo va cambiando a ritmo acelerado. Ayer estuve en Puntarenas, y durante el viaje de vuelta durante la travesía del Golfo de Nicoya, por extrañas jugadas del cerebro, me vino a la memoria los tres años de retiro que estuve en mi casa de Cullar Vega. Una vez a la semana, cogía la moto (¡Como me acuerdo de mi vieja Tenere!) y me llegaba al pueblo para proveerme de lo que para mi era imprescindible, el tabaco, las medicinas, las revistas y algunos dulces, perfectamente recuerdo que mis preferidos eran los de cabello de ángel, y esporádicamente paraba en la tienda de Fernando, tienda de pueblo en la que encontrabas de todo. Ese día era un verdadero suplicio; estaba tan ensimismado en mi aislamiento, que mezclarme con la gente me suponía un sacrificio; fue mas de una las veces en que por acabar cuanto antes, no completaba el recorrido y la moto que en la ida se negaba a andar, a la vuelta, no solo andaba ligera sino que hasta el sonido de su motor me sonaba a música celestial.
Leer resto, ver más imágenes y pequeño vídeo Desde que estoy en mi nuevo pueblo, son muchas las veces que he salido de él, bien al pueblo principal, a San José o a Puntarenas. Ya me cuesta trabajo recordar cuantas veces he atravesado el Golfo de Nicoya, unas veces solo y otras acompañado. Ayer precisamente lo hice solo, me llegué a Puntarenas a Migración para resolver unos documentos de mi visa aun como turista, y lo que antes en Cullar Vega era un sacrificio, con la ansiedad a flor de piel, aquí y a pesar del viaje durar un día, lo paso como un enano y al volver tengo la sensación de venir cargado de energía. El autobús que en teoría tenia que pasar a las seis, por motivos que desconozco se retrasaba, por lo que sospechaba que perdería el ferry, cosa que no me preocupaba, diciéndome, si no cojo el de las siete cogeré el siguiente y si no tengo tiempo de resolver lo que allí me lleva, hago noche en el Hotel la Punta, del que tan gratos recuerdos tengo. El conductor del autobús no solo no iba estresado por ir con retraso, sino que mantenía una tertulia, entre grandes risotadas, con dos viajeros de los muchos que iban de pie a falta de asientos por ir superlleno. Posiblemente haya un acuerdo entre las empresas de autobuses y en este caso una embarcación solo para personas, allí estaba esperándonos. Recuerdo la gente en los autobuses de aquel lejano país, semidormidos, sin cruzar una palabra con su vecino de asiento y pensando en el día insufrible que les esperaba en el trabajo. La gente que viajaba en el barco no solo hablaban entre ellos, sino que era tal el murmullo que apenas dejaban escuchar el sonido del motor. Yo para no ser menos y a pesar de confundirme con un gringo termino hablando con uno de ellos.



Cuando llegue a este país no daba un paso sin coger un taxi, ayer diciéndome que tenia tiempo sobrado, fui andando, observando a las gentes, sus comercios y preguntando. Dos cuadras y a la derecha quinientos metros, fue alguna de las respuestas. En Migración donde no había nadie, cosa rarísima me enrolle con los tres funcionarios, alabe a la muchacha diciéndole que había sido muy amable conmigo, hable del futbol español con los otros dos y estoy seguro me ayudaran en los próximos trámites de mi residencia. Al banco a sacar dinero, los cajeros no funcionaban, pero tranquilamente no solo espero sino que mantengo mi conversación con una señora embarazada a la que quise ceder mi vez a lo que ella se negó. Aquí por mucho que se retrase, todo llega, así que para que puñetas el estrés; saque el dinero, nuevo paseo hasta el ferry, me siento en una soda a tomar un refresco hasta que abran la venta de tiquetes, y cuando lo tengo me llego al Hotel la Punta a saludar al dueño, un muchacho canadiense que vino a conocer mundo en moto y al final se quedo aquí. Esta vez si navego en el ferry, mucho gringo de mochila, y termino hablando con uno de ellos ofreciéndome para guiarlo a la hora de coger el autobús.

Vuelta a mi pueblo, un par de baños en la piscina y aún tengo tiempo de irme a los banco de la playa a ver el atardecer en la bahía. Cosa extraña hoy no tengo tertulia, pero hace una noche estrellada.



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3 comentarios:

Bettina dijo...

Me paso por aquí "a verte" y veo que ya empiezas a ser "uno más" de allí y es lo mejor que esperaba.Dá gusto leerte amigo José.
Que consigas cuanto antes tus papeles y te encuentres a gusto !
Muy interesante tus puntos de vista.
Un saludo afectuoso!

Perro verde dijo...

Amiga Bettina, en primer lugar perdona la tardanza en contestar a tu comentario. Si, desde el primer momento que pensé en quedarme en este país me propuse ser uno más de sus habitantes. Procuro hacerme a sus costumbres y me costara un poco más hacerlo a su forma de hablar; tu mejor que nadie sabe que aunque digan que hablamos el mismo idioma, los modismos de un país a otro hace que incluso cueste entenderse.
En cuanto a mis puntos de vista, escribo lo que pienso, aunque estoy seguro más de una vez me equivocaré.
Abrazos

Burrito dijo...

Querido amigo yo se de lo que me hablas, yo soy de nandayure y vivo en la capital por cosas de trabajo como extraño mi tierra y esa gente calida y hospitalaria, ¿sabias que la peninsula de Nicoya es el lugar en el mundo donde la gente vive mas años? bueno ya eres de los nuestros y al que lee esto no lo piense mas ven a vivir a esta tierra seras viencenido. que Dios los vendiga.