viernes, 25 de mayo de 2007

La armada invencible de cayucos

Ayer seguía con mi cansancio/ansioso, y me pase el día de la cama al ordenador. En una de mis echadas en la cama intentando no dormirme y mientras me hacia efecto el ansiolítico, leí este articulo que no me resisto a transcribir.

Han vuelto los cayucos a Canarias cual tornan las cigüeñas a los campanarios de Castilla, pero los inmigrantes vienen por la fatalidad de una tragedia que divide al planeta en dos, y no por la querencia estival hacia la luz, el trigo y los atardeceres. En cuatro días, más de mil desheredados del mundo han arribado a duras penas a las costas canarias, y en España se habla más de una peligrosa invasión de “sin papeles” que de unos fardos humanos ensimismados por un falso continente en technicolor y donde los residuos de los basureros se disfrazan de magnánimo eslabón ultimo de la sociedad del bienestar.
Nos hemos acostumbrado a los pobres subsaharianos moribundos de un modo tan cínico que, para ganar un concurso de fotografía convocado por una ONG o por un ayuntamiento, basta situar a dos veraneantes tomando el sol en la playa e indiferentes a los esqueletos que el viento ha llevado hasta el ocio ganado por quienes, tan joviales en los días de asueto, son los perfectos esclavos de un engranaje hipócrita e injusto.
Nadie se quiere mirar en los ojos de luna pálida de estas gentes que buscan el cobijo de los arrabales con las manos extendidas como las raquetas con que los bañistas matan el tiempo junto a las olas. Nadie recuerda que nosotros también fuimos subsaharianos en la hermana América de los indianos o en la desgarrada Europa de un milagro alemán que se forjo, al menos en parte, a costa de aquellos “sin papeles” con maletas de cartón, aislados por la incomunicación y la necesidad.
Europa mira, hoy, hacia otro lado, y España esta en la más absoluta soledad cuando llega la armada moralmente invencible de los necesitados.


Escrito de Per Abbat en la revista La Clave.

Añado, como el puñetero sistema le ha dado la vuelta a la tortilla, para lo que en el siglo XVII, fue un fuerte comercio de esclavos, pero en el que había que ir a África a arrancarlos por la fuerza de sus lugares de origen, donde vivían tan felices, para que sean ellos los que vengan solos, arriesgando sus vidas y solo aceptemos los que consideremos necesarios para nuestros intereses.Siempre he pensado, que el día que aparezca un líder que los convenza para que todos a la vez se pongan a marchar del sur al norte, pacíficamente, seria una marea imparable que cambiaria este mundo.

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