viernes, 7 de septiembre de 2007

Nada nos hace más humanos que nuestro deseo de no morir

Quizá nada nos hace más humanos que nuestro deseo de no morir. En todas partes, por todos los lugares en que los hombres hemos sido capaces de vivir y prosperar, hay dioses que nos prometen alguna clase de vida después de la muerte, pues la inmortalidad parece que solo puede concedérsenos después de haber muerto. Esta paradoja nutre la fantasía de los hombres, reúne en torno a los altares de los sacrificios a multitudes de fieles, acercándolos a una esperanza que siempre me ha parecido improbable: la consecución de una vida mejor después de la muerte.
El mundo de los inmortales como el de las águilas, esta lejos de nosotros. Todos los dioses se sienten incómodos en la tierra que habitamos y solo posan en ella para reclamar nuestras promesas o nuestras deudas incumplidas. Como las águilas, los dioses tocan el suelo solo cuando el hambre los apremia. Da igual que existan o no existan, pues solo la muerte puede acercarnos a ellos.
MANUSCRIPTUM PARIUM. Lib. I, cap. III
Traducido por Bernardo Souvirón.

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