miércoles, 10 de octubre de 2007

Más del 20% de la población vive en la pobreza

En los países democráticamente maduros, solo hay una fecha, salvo excepciones, en la que los ciudadanos se interesan por la política y es en la aprobación de los presupuestos generales del estado. La gente quiere saber en qué se gastan sus impuestos los políticos.
En España la política ocupa a diario un cincuenta por ciento de la información y precisamente por estas fechas que se presentan en el congreso los presupuestos, no solo pasan lo más desapercibidos posible, sino que apostaría que al noventa por ciento de la poblacion ni les preocupa.
A santo de que viene esto. Los gastos presupuestados son de 144.100 millones de euros. Hay que tener presente que, debido al alto grado de descentralización territorial, estos PGE tan sólo representan el 50 por 100 del total del gasto de las Administraciones Públicas. El PIB per capita es de 28.445 €. No hay que ser economista para ver que la cosa no cuadra.
De qué no se habla. Alrededor de once millones de asalariados españoles (10.841.623, en concreto) son “mileuristas”, al percibir una remuneración inferior a los 1.100 euros mensuales, según datos del Cuerpo Especial de Gestión de la Hacienda Pública, que basa sus datos en las estadísticas de la Agencia Tributaria y de que más del 20% de la población vive en la pobreza, luego para que cuadren las cuentas, tiene que haber una serie de entes (Llámese bancos y grandes empresas) que están obteniendo unos beneficios exorbitantes.
¿Y los sindicatos? ¿Cómo permiten la precariedad laboral, el trabajo mal pagado y la creciente desigualdad de ingresos entre las capas altas y bajas de la población? La verdad es que hace mucho tiempo que no se escucha ni hablar de ellos; parece hayan desaparecido y es lógico, puesto que afiliados no tienen y por supuesto viven de los presupuestos y en el momento que protesten les cierran el grifo.
Estoy hablando de España, pero esto esta ocurriendo en todos los países ricos en los que se están siguiendo las normas de la Chicago School of Economics.
¡Ah! No comulgo en absoluto con el marxismo.

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