El origen acuático en la evolución humana
Días pasados mi hijo fue a limpiar el fondo de la piscina, junto a ella hay dos olivos, caen aceitunas que atascan el limpiafondos y al no aspirar lo que hizo fue remover el polvo asentado en el fondo y enturbiar el agua. Hoy he vuelto a limpiar el fondo y la he programado para que esta noche funcione, echándole una buena dosis de floculante.
Mientras hacia estas faenas y a pesar de las temperaturas de estas fechas no ser las más adecuadas para el baño, he tenido una irresistible tentación de hacerlo. Posiblemente mañana si el agua esta limpia lo haga.
¿El por que el agua me atrae tanto? ¿Seré como en otras muchas cosas un bicho raro? La verdad que mis sueños favoritos son en los que me veo, no ya nadando ni buceando, sino flotando en la superficie y observando el fondo del mar. Ya antes de mi depresión, el lugar de veraneo era un pueblo alejado del turismo y en donde por no haber no había ni un puñetero bar. Sobre las diez de la mañana cogía mi lancha neumática, traje de neopreno y demás arreos de buceo, me llegaba a un lugar de roqueo (Roquedo en castellano) y me pasaba las horas muertas en el agua. Al pensar en Centroamérica, como mi próximo lugar de residencia, para nada veo las ciudades ni la vivienda que habitare, pienso en unas aguas cristalinas con mucha vida en el fondo.
Esta tarde, aunque ya había leído sobre el origen acuático del hombre, me he entretenido en averiguar lo último sobre esta teoría. Hace cuatro décadas, Alister Hardy, un biólogo oceanográfico y miembro de la Royal Society, hizo público, a riesgo de caer en el descrédito, su concepto de la evolución humana: “Mi tesis es que una rama de primates primitivos fue forzada, debido a la competencia que reinaba en la vida arbórea, a alimentarse en la orilla del mar”. La hipótesis del hombre acuático fue tachada de absurda e incongruente por la mayoría de los antropólogos, por lo que Hardy prefirió arrinconarla en el cajón de su despacho, pero como decía Max Planck, el famoso científico alemán y Premio Nobel: “Una nueva verdad científica no triunfa convenciendo y haciendo ver la luz a sus oponentes, sino más bien, debido a la muerte de sus detractores, que son sustituidos por una nueva generación que tiene oportunidad de familiarizarse con ella”. Con posterioridad Elaine Morgan, una dramaturga del sur de Wales, quedó prendada de la posibilidad de que el hombre naciera en alguna playa africana. Durante años, dedicó gran parte de su tiempo a recabar datos y publicar libros en defensa de la hipótesis de Hardy y publico libros como “El Mono Acuático”, “El Mono Acuático, Hecho o Ficción”, “La Hipótesis del Mono Acuático”. Salió Marc Verhaegen, del Centro de Estudios Antropológicos de Putte, que opina que llevamos la vocación de nadadores en nuestros genes, pero lo ultimo que sobre el tema ha vuelto a revolucionar a la comunidad científica es que en el último número de la revista de divulgación New Scientist, Phillip Tobias, profesor de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, plantea una nueva hipótesis sobre la aparición de la humanidad que ya ha levantado ampollas entre sus colegas. Tobias ha dejado caer la herética idea de que el hombre no nació en la sabana, sino en el agua. Como siempre no pretendo hacer un tratado sobre esta teoría; el que quiera saber más sobre el tema les recomiendo estas web´s: (1), (2), (3); me limito a colocar las observaciones que mas me han llamado la atención:
Dilapidamos nuestra agua interior a través del sudor (gran número de glándulas sudoríparas) y de las lágrimas saladas (inexistentes en los otros primates).
Practicamos el sexo frontal, como las focas y cetáceos.
Los humanos somos los únicos primates que han borrado casi por completo el pelo de su cuerpo.
Podemos contener la respiración por varios minutos. El hombre es el único mamífero terrestre capaz de controlar voluntariamente su respiración, una habilidad extendida entre los mamíferos acuáticos. (Cosa que no ocurre en ningún otro simio). También lo es para aspirar de forma rápida una gran cantidad de aire por la boca.
Nadamos instintivamente al momento de nacer.
Poseemos una capa de grasa bajo la piel (De hecho, el bebé humano ya nace con una buena capa lipídica, única dentro de los primates. Además, esta capa subcutánea no está compuesta por grasa gris, sino blanca que, aunque no resulta útil como aislamiento térmico, sí lo es para la práctica del buceo), otra característica que nos diferencia del resto de los primates. De hecho, la profusión de glándulas sudoríparas que pueblan nuestro tejido dérmico servirían para compensar esta grasienta capa aislante y regular la temperatura corporal tras salir del agua. En 1930, Hardy estaba leyendo un artículo de Wood Jones, en el que éste se preguntaba porqué al despellejar a un ser humano la grasa se quedaba adherida a la piel, mientras que esto no sucedía en la mayoría de los mamíferos terrestres. Hardy creía tener la respuesta, como biólogo marino había observado que lo mismo que sucedía al retirar la piel humana pasaba con los mamíferos marinos.
Estoy firmemente convencido de que mis genes tienen mucho de animal acuático.
Búsqueda en Google de: El origen acuático en la evolución humana
0 comentarios:
Publicar un comentario