sábado, 22 de marzo de 2008

Sala de máquinas en los buques mercantes

Mi vida la he pasado rodeado de máquinas. Ya mis primeros recuerdos, son de la fábrica azucarera donde trabajaba mi padre y aun veo aquellos molinos de caña de azúcar accionados por aquellas primitivas máquinas de vapor precursoras de la revolución industrial. Ya por aquellos tiempos todos los padres querían tener un hijo ingeniero industrial o médico, por lo que yo iba para lo primero, pero de esta vida, acabé estudiando Oficial de Máquinas de la Marina Mercante.
No voy a hablar aquí de mi vida como marino mercante, con toda seguridad la más bonita de todas las etapas de mi vida, sino de las máquinas marinas.
Un barco es una ciudad flotante, por lo que no es solo la maquinaria principal, la que impulsa al barco, la única existente en los mismos; aunque se me pasara alguna, citare los grupos electrógenos productores de la energía eléctrica, maquinaria frigorífica para los alimentos, accionamiento del timón, cabrestantes, molinetes, bombas de aceite, de agua, compresores, aire acondicionado, planta potabilizadora de agua de mar y aquí paro porque me doy cuenta de que no acabaría. En general, tecnología muy avanzada.
Me voy a referir aquí, al propulsor principal, que por suerte para mi conocí desde los mas arcaicos como fue una maquina de vapor de triple expansión, hasta los motores diesel de ultima generación en la época que abandone la mar. Pase por los motores más primitivos, por las turbinas de vapor, calderas fumi y acuatubulares y barcos con doble motor.
Como consecuencia de las guerras entre israelitas y árabes, estuvo cerrado bastante tiempo el Canal de Suez, por lo que la ruta para ir al golfo Pérsico, fue rodear África, y los petroleros existentes en aquella época, tenían una capacidad que no los hacia rentables para un trayecto tan largo (Dos meses entre ida y vuelta) con tan poca carga, por lo que empezó la construcción de los superpetroleros. Yo estuve en uno, desde su puesta en quilla, en los astilleros. El Melilla, de 260.000 toneladas de desplazamiento y su motorcito, un diesel de dos tiempos, Burmeister & Wain de 32.000 CV de potencia y doce cilindros. Impresionaba ver aquella mole en funcionamiento. Al contrario de los terrestres, eran bajos de revoluciones, alrededor de las 100 rpm. El ruido ensordecedor para el que no estuviera acostumbrado al mismo y como datos curioso, las tuercas de la culata se apretaban con la mano (Unos gatos hidráulicos estiraban los espárragos), para reconocer el carter se paseaba uno dentro de él, y para calibrar los cilindros, se subis uno en el pistón y como si de un ascensor se tratara, se subía y se bajaba.

Mención aparte, merece la sala de control, donde el número de manómetros, amperímetros, pirómetros, se hacia infinito por lo que las guardias eran de cuatro horas, tiempo máximo en el que se suponía podías estar con los reflejos al máximo. Las de temperatura ambiente, ruido, olores y demás en el interior de la sala de máquinas, yo diría que eran extremas.
Nada que ver con el motorcito de mi vieja moto, aun siendo de las de más potencia de su tipo.

Con posterioridad, escribí sobre motores marinos, superpetroleros y portacontenedores

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