martes, 29 de abril de 2008

La piratería del siglo XXI. Yo la he conocido


Los libros/diario de los navegantes solitarios siempre me han encantado. Si dar la vuelta al mundo en un velero con su tripulación completa y con las escalas de rigor ya en si es una aventura, la del navegante solitario, que además la hace sin escalas, es una cosa que siempre se me ha escapado a la relación de cosas posibles. Si físicamente han de ser unos superdotados, mentalmente, para mi, son extraterrestres y no ya por la soledad y el tiempo que pasan sin ver a otro ser humano, puesto que los cinco sentidos los tienen que tener ocupados constantemente en el barco y en ellos, sino, por ejemplo, por navegar por los en una puñetera cáscara de nuez, cuando yo los he pasado en un mercante de muy superior envergadura y a la mayoría de los tripulantes nos paso por la cabeza que allí la palmábamos.
Buscando uno de estos libros, encontré otro de una pareja, que estuvieron en una isla del Estrecho de Torres un año, en plan Robinson Crusoe. En uno de mis viajes al pasar por él, permanecía bastante tiempo en cubierta, soñando cual de las islas que íbamos sorteando, seria a la que yo me iría a vivir. Alguien me despertó de mi sueño diciéndome, que todas aquellas islas eran refugio de piratas. No, no es ningún invento mío; la piratería, tal y como ahora se le conoce no es ninguna novedad, solo que ahora se ha desplazado al cuerno de África y le ha tocado a un pesquero español.
Llegando a Kuala Lumpur, nos íbamos acercando a poca máquina, cuando observamos que una serie de garfios, con forma más bien de ancla, se iban enganchando en la borda y observamos que por las cuerdas subían malayos con una rapidez que asustaba. Todos pensábamos que no ya no hacia falta estar en alta mar para que nos asaltaran. Se tomaron varias medidas para que no subieran, pero cuantos mas caían al agua, mas quedaban sobre cubierta. El susto no lo llevamos y bien, pero aunque con la misma técnica, los que nos asaltaban no eran piratas, sino una especie de vendedores ambulantes, que con cintas de diferentes colores iban marcando el territorio del barco que les pertenecía para vender sus productos. El que primero llegaba cogía el que se suponía era el sitio de mas ventas, desde juguetes, manualidades y todo tipo de recuerdos, independientemente de un muestrario de mujeres para el comercio carnal.
Con que solo uno de ellos, hubiera llevado una pistola, podía habernos obligado a cambiar de rumbo y ya nos habrían raptado. ¿Seria la cantera de los piratas?
Mis neuronas están dándome síntomas de agotamiento. .

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